Salvajada, otra vez



La puesta dirigida por Luis Rivera López, cuyo texto es una adaptación brillante de Mauricio Kartun, tiene además de lo ya dicho en esta publicación, un nivel de actuaciones inusuales que función tras función, hacen que el público aplauda de pie y, cada vez por más tiempo.

Por Teresa Gatto

 

“Y la madre creyó a la serpiente, porque en todas las religiones

de los hombres la serpiente

conoce el misterio de las vidas que pueblan los mundos”

Horacio Quiroga- Juan Darién

 

Esta es la tercera nota sobre Salvajada que decidimos poner a consideración de los lectores. La primera, que indaga el texto en su historia y cruces con la serie de la Literatura Argentina, escrita por Denise Pascuzzo, es una exhibición de cómo los textos intervenidos y adaptados  para teatro forman parte de dicha serie. Antes de ser textos espectaculares, son, nada más y ni nada menos que textos narrativos de enorme calidad y se vigorizan en la reescritura.

La segunda es una entrevista a su director, Luis Rivera López realizada porque quien enuncia aquí e indaga los modos de producción y puesta en escena del hecho teatral.

Sin temor a la insistencia, consideramos que los artistas que hacen posible el aplauso interminable son quiénes, finalmente, hacen resonar el sentido y la multiplicidad de éste que hace estallar la Sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes en cada función.

Ni bien las luces de la sala se apagan la platea es bordeada por figuras brillantes, que, indiciales, son como ojos en las ventanas de una casa o tal vez animales que sólo se muestran en la noche. De pronto en escena, una mujer llora a su hijo y otra en el extremo opuesto rompe la cuarta pared para ser Anaconda, la pitonisa, la que sabe todo.

El tono de  la pitonisa no podría ser más adecuado, Mónica Felippa luce su voz de tierra adentro (para esta ocasión) y hace un uso orgánico del títere que representa a la bicha. En ese mientras tanto Valentina Bassi, sólida siempre, llora desconsolada la perdida de su bebé. No hay exageración en su llanto, siempre precisa, exhibe la medida exacta con las que las mujeres de la ranchería de cualquier pueblo olvidado sufren las faltas, los vacíos. Acostumbradas a perder en la Pampa bárbara, en el monte o al borde de una selva, su ADN contiene la resignación y también el asombro.

Tal vez por eso es tan sutil que quien será Juan Darién crecido, le acerque a ese cachorro de tigre que será su hijo, él mismo.

Y de este modo, acompañados por la narración de la pitonisa, veremos en acción a Pablo Mariuzzi. Hijo amoroso y torpe, hijo querido y desmesurado. Así como Bassi maneja los tiempos y la intensidad del dolor, Mariuzzi, en una espléndida labor, contiene sus instintos para “no ser diferente”. Lo maravilloso del su trabajo es como crece no sólo en intensidad dramática, sino que con una  labor como el que proponía Richard Boleslavski en “Las 6 lecciones. La formación del Actor” , construye su máscara de adentro hacía afuera. No necesita maquillajes ni caretas, sólo su pelo tan rebelde como él, son la marca de  una posible diferencia (?).

Pero el diferente paga. Entonces asistimos a su devenir y es ahí  en donde su personaje crece tanto que es imposible no ver a un sujeto enorme y poderoso que en principio reprime cualquier instinto en virtud de ese amor que le traspasó su madre.

Y la escuela que debería ser un refugio puede ser muy cruel. Si hasta Irupé, gran actuación de Julieta Rivera López, la niña que parece comprenderlo, se masifica en el tormento del bullyng que sufrirá Juan. Inútiles los esfuerzos de la maestra, en una brillante interpretación de Carolina Guevara, que también caerá en el desprecio al diferente.

Nada más potente que la autoridad que encarna Carlos Belloso como el Inspector de Escuelas, desarrolla un trabajo brillante, él es El Ministerio. Esa costumbre tan Latinoamericana de la sinécdoque del poder. Y los subordinados se rinden ante ese poder. De manera que animalizar a Juan no cuesta nada. Ya lo andaba buscando el Tape Chamorro, fantástica composición de Gustavo Masó, como rastreador olfativo, cual perro de cazador, cuando de bebé Juan llego al ranchito al borde del monte.

Pero animalizar al diferente no cuesta nada. O acaso nadie recuerda el llamado “aluvión zoológico”. O alocuciones como “los africanizados del conurbano”.

Quién escribe es un animal rebelde del conurbano que aun hoy escucha, al mencionar su localidad de residencia preguntas sobre cómo, cuándo y en qué estado llegar. Como si la General Paz fuera una frontera como el monte y la selva con la civilización. O la Pampa que tanto denostó Sarmiento, creyéndola sinónimo de barbarie.

A tal punto el diferente es icónico que el dueño del circo que cumple una gran función dramática y cuyo domador es encarnado en otro registro fantástico por Carlos Belloso (otro rol) , exhibe la “diferencia”: Siamesas, mujeres barbudas, hombres ratas, un circo que bien podría ser el de Günter Grass en el “Tambor de Hojalata” y Juan Darién ese niño cuyos gritos son capaces de destruir cristales. Pero el peligro es otro. El peligro son los "otros", imponiendo así un nosotros inclusivo y civilizado y un ellos animalizado, bárbaro y altamente peligroso.

Pero hay una hechura que espesa el signo teatral hasta convertirse en personaje que es el diseño de Arte. Si bien Alejandro Mateo nunca deja de sorprender con sus aciertos estéticos, en Salvajada logra que su trabajo estético se asemeje a lo sublime. Todo el diseño de escenografía y vestuario le pertenecen. Hay una paleta de colores, una desmesura del monte y la selva, un despojo en el ranchito de Darién y su mamá y una iconicidad en el carromato del circo que no pueden ser más acertados. Mateo exhibe aquí lo que a veces no puede hacer en pequeñas salas, un vuelo artístico en gran escala que obnubila desde el principio al fin (atento el lector con esto). El cierre es tan fenomenal que hace estallar a la platea, es cuando el indicio se convierte en realidad.

La manufactura de los títeres es otro logro que coadyuva a la puesta. Otro factor de espesor del signo que representa desde una bicha hasta hermosas mariposas o tigres. Mateo acierta de nuevo.

La idea no es contarlo todo. La idea es que el receptor se anime ya a sacar su entrada porque la obra baja de cartel el 23 de setiembre y esta humilde critica del conurbano bonaerense no entiende nada de Programaciones Oficiales, sólo de conmociones escénicas y actuaciones, dirección y textos prodigiosos.

Y porque es posible que frente a la adversidad todxs seamos capaces de sacar a relucir un aspecto interior que devele que al animal sólo hay que provocarlo. Sino es un depredador, sólo ataca para defenderse.


FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Dramaturgia: Mauricio Kartun

Titeres: Alejandro Mateo

Actúan: Valentina Bassi, Carlos Belloso, Mónica Felippa, Diego Ferrari, Carolina Guevara, Pablo Mariuzzi, Gustavo Masó, Julieta Rivera López, Carolina Tejeda, Blanca Vega

Escenografía: Alejandro Mateo

Diseño de vestuario: Alejandro Mateo

Realización de títeres: Guillermo Bechthold, Juan Bernabé Castillo, Jorge Crapanzano, Andrés Manzoco, Manuela Mateo, Francisco Sánchez Recondo

Música original: Daniel Garcia

Diseño De Iluminación: Luis Alberto Rivera López

Entrenamiento vocal: Fernanda Lavía

Asistencia de dirección: Marcelo Méndez, Alejandro Pellegrino

Preparador Físico: Marina Svartzman

Producción: Silvia Oleksikiw, Anabella Iara Zarbo Colombo

Coordinación artística: Sergio Rower

Coreografía: Marina Svartzman

Puesta en escena: Luis Alberto Rivera López

Dirección musical: Daniel Garcia Dirección:

Dirección General: Luis Alberto Rivera López

Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

 

TEATRO NACIONAL CERVANTES
Libertad 815 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4816-4224
Web: http://www.teatrocervantes.gob.ar/
Entrada: $ 900,00 - Domingo, Jueves, Viernes y Sábado - 20:00 hs - Hasta el 24/09/2023

 

 

Publicar un comentario

0 Comentarios

Presentimiento